sábado, 16 de julio de 2016

Oh, my God! - It is Kyra II !

TINA
 
Perdón, perdón, perdón... Es que no me ha dado tiempo a traducir desde mi idioma al castellano. Tina ha aparecido de repente y se me han puesto los pelos de punta, primero solitos, de contento, y más tarde es Tina quien se encarga de hacerlo, con sus múltiples manías.
 
Tina es una perrita preciosa, jovencita, muy jovencita, que apareció un día doblando la esquina, un poquito cohibida. ¿Asustada? No, no lo creo. ¡Cómo iba a tener miedo si estaba yo delante controlando atentamente los alrededores!. Aunque si llego a saber lo que se me venía encima, a estas horas ya estaba escondido en Caparroso.
 
Kyra y Tina ya se conocían, y Chumari lo sabía. Lo comprendí en cuanto se empezó a reír al intentar explicarle  yo a Tina, educadamente, como es habitual en mí, que no me cogiera del rabito en vez de atrapar la pelotita. Pero nada, dale que te pego . Peor todavía: Se alza en sus patas y me engancha de una pata  cuando llego a mi refugio del banco.  Creía que lo tenía resuelto en el zócalo de los portales, pero no es así. Ahora tengo que buscar otro. Es fácil; lo difícil es encontrarlo.
 
 
A veces consigo detenerla, pero día a día me va tomando ventaja.
 
 
 
Es tremendo, y cada día la veo más grande, o tal vez sea que yo intento hacerme más pequeñito para que no me vea. Y mientras, esos dos catetos (o catontos, mejor), Fermín y Chumari, riéndose y comentando las jugadas. Lo que me faltaba. Bueno, lo que me falta, más bien, es que aparezca Kyra, y ya fenezco del susto. Entre Kyra dejándome el rabo nuevamente sin pelo -ahora que lo tengo medio vistoso- y Tina tirándome del pelo de la cabeza, ya le veo a Chumari llevándome a la pelu de Uxúe para que me ponga postizos y peluca.
 
 
A pesar de todo el otro día nos pusimos Tina y yo de acuerdo. Estábamos peleándonos cuando nos dimos cuenta de que nuestros respectivos no nos hacían ni p*** caso, ya que casualmente hacen maquetas de blindados y ahí estaban, pavoneándose de sus logros. Niños que son. Así que nos las ingeniamos para quitarme y esconder el collar. Jajajaaaaaaaa!!!!! Menuda sorpresa se llevó el Chindasvinto cuando me quiso atar con esa correa anti-libertad. No nos podíamos tener de la risa, Tina y yo, mientras la buscaban sin éxito.
 
 
Por fin, a casa, jijiiiii.. Luego me dio pena, porque Chumari le tenía mucho aprecio a ese  resto de cuero, ajado y feo, que le costó un euro, ya que según me decía una y otra vez, balbuceando, que había pertenecido a Crispis y también lo habían portado Simón y Lucas. Así que, a pesar de haber estrenado un precioso collar azulito, con sus dibujitos, que contribuía a resaltar mi ya de por sí esbelto cueerpo, al día siguiente le ayudé a encontrarlo.
 

Y a la tarde hubo suerte, ya que apareció Uki, y allá se entretuvo con Tina mientras yo seguía con la pelota y un nuevo disco con colores que mejor que se lo ponga él en la.... oreja, malpensados. Y a día de hoy tiemblo en sólo pensar qué hará conmigo el dueto Tina-Kyra cuando se junten y crezcan un poquito más. Me iré con Sagrario y a éste que lo zurzan, por reírse.

 
 
 

martes, 5 de julio de 2016

Krispys en el restaurante

Qué bien se ha portado.
Bueno, casi 
 
Hoy se han pasado mis sobrinos y mi hermana (aunque se han ido, ejem, sin la paga para San Fermín) por casa y hemos decidido ir a comer al Good Food, un lugar de gran éxito sito en nuestro Polígono Industrial, en el que pagando la bebida adquieres el derecho, que no obligación, de pedir tres platos a 1 € cada uno,  con lo que se llena de gente, sobre todo trabajadores, gente joven, jubilados (se come mejor que en sus centros), otros que están disfrutando en la piscina de al lado y salen a tomarse un aperitivo o comer también, y ociosos como nosotros. Abierto ininterrumpidamente todo el día.
 
Comenzaron en un local grande, muy grande, cerrado, y al poco tiempo construyeron otro cerrado más pequeño en el exterior. Poco más tarde, dado el gran éxito (es un Polígono Industrial pequeño, casi desierto, donde se puede aparcar sin problemas y además sin zonz azul) comenzaron a llenar las aceras de mesas y bancos de madera, protegidos de techumbre también de madera, y en este tiempo acostumbra a estar lleno. Y, además, puedes llevar a tu perrito o tu perrazo sin problemas en el exterior, aunque ya sabemos que es mejor preguntar a los de al lado, por si acaso.
 
Y así, después de darle de comer en casa a Krispys, lo que ha dado lugar a una graciosa anécdota que quedará en familia de por vida (me parto de risa, qué malo soy) hemos ido para allí. El peke ya se ha olido  la visita, porque había que verlo salir.
 
Mientras pedían (es un autoservicio, casi) yo he ido a apropiarme de una mesa, acompañado de Krispys. He elegido una para que mis sobris... ejem... disfrutaran un poco más, y mientras daba ese giro a la izquierda que tan bien se me da para sujetar al peke a la mesa, me he caído todo  lo largo que soy (1,75 cm no mucho) sobre unos arbustos que ya no levantarán mucho, mientras que el mp7 derecho ha salido volando.
 
Inmediatamente he sido ayudado por las jóvenes de al lado, mientras me carcajeaba y toquisqui me miraba pensando que estoy como una cabra, sin saber que están en lo cierto. Bueno, todos no, porque Krispys se ha alejado todo lo que daba de sí la correa. ¡Menuda ayuda!
 
Por fin hemos comido y tras un intento de pedir parte del menú se ha sentado y tumbado, dejándonos comer en paz, como debe ser. Menos unos momentos en que otro perrito se ha situado en la mesa de delante, y los dos se querían aproximar amigablemente, brrr...
 
Un local en el que al menos, aunque sea en la calle, te dejan comer con tu perro al lado, algo que no se da por aquí. Esperemos que poco a poco se vaya extendiendo la práctica y podamos ir a cualquier restaurante, bar, hotel, etc, con nuestros queridos compañeros, en mi opinión más educados que mucho niño suelto. Todo llegará. Y hasta pondrán menú y agua para ellos, si ven negocio. Tiempo al tiempo.

 
 

domingo, 3 de julio de 2016

Lo siento, Krispys

Te estoy fallando
 
No son ni un pensamiento ni unas palabras vanas. Ni siquiera me atrevo a decir que sean producto de un mal rato ni de una temporada oscura y deprimente. Es la verdad. Está ocurriendo. Ahora mismo. Hace poco ha venido a mí, contento, con la pelota roja, que tanto le gusta, en su boquita, con el fin de que juguemos juntos, los dos, como antes. No he podido hacerlo y lo tengo detrás, acostado, pendiente de mis movimientos, con la esperanza frustrada de pasar un rato divertido. Taciturno, he vuelto la mirada a la pantalla rápidamente para no enturbiar mi mirada.
 
Hace tiempo que estoy cambiando. He cambiado, lo sé. No obstante, no lo he hecho de la manera que esperaba. Tal vez porque ya tuviera la convicción de que era imposible, de que ya no tenía ni tendré ánimo para hacerlo, salvo pequeños destellos que apenas iluminan mi ser con una débil esperanza, débiles rescoldos de alguien que fui. De alguien que no va a volver. De alguien que no deseo que regrese. De alguien cuyo retorno es ya imposible.
 
Nunca imaginé que aquél accidente que me trasladó a un universo diferente, cálido, vivo, alegre; acidente que cambió por completo mi percepción de la vida, disfrutando de todas y cada una de las cosas y seres que me rodeaban día tras día; que fue mi regreso de "otro lugar" en el que se determinó que no era mi hora, y que años después se repitió, en circunstancias muy diferentes; nunca imaginé, aunque podría haberlo sospechado, que minaría poco a poco mi salud, primero física, de manera determinante aunque puedo afrontarla, y después, de forma brutal y devastadora, anímicamente. Me ha derrotado, con y sin ayudas.
 
Incluso la esperanza que me animaba en estos largos meses de invierno ha desaparecido. Por culpa mía, sólo mía. Me engañaba continuándola, más ya no existe. Tampoco me alumbra.
 
Han bastado dos días para constatar la gravedad e irreversibilidad de la situación. Dos días demoledores tras los que soy consciente, tras haber intentado engañarme un tiempo, de la verdad. Dos días que los está pagando Krispys, siempre tan vivaz e inquisidor.  Ahora sé que tengo perro no  para salir yo a la calle, ser sociable con el sentido del humor que todavía, por suerte, conservo. Estoy agotado, parado, abúlico. Lo ganado en salud física en este año ha sido vampirizando mi mente, sore todo sentimentalmente. Resiliencia, factor clave. La he abandonado. Sé que soy fuerte, resistente, muy resistente, o más bien lo he sido. Pero... ¿para qué? ¿Con qué objeto? He sido incapaz de hallar una respuesta.
 
Mis salidas al mundo exterior son por Krispys, no por mí. Quiero que viva, que disfute con sus amigos. Incluso me he animado a veces con la falacia de que, si lo tuviera otra persona, estaría más contento. En estos dos años, descontando el día en Hendaye y alguna otra ocasión, no ha salido de Pamplona y Comarca. Ni siquiera le he llevado por el entretenido Paseo de Ronda y los fosos de la Ciudadela. Ni siquiera éso. Ni por los abundantes parques que tenemos. Nada.Y éste va a ser nuestro futuro:  nuestro más cercano entorno.
 
Y ahora busca una compañía que no soy capaz de ofrecerle, dentro y fuera de casa. ¿Qué hacer? No lo sé o no quiero saberlo, más bien. Escribir estas líneas ni siquiera sirven de desahogo. Ahora  leeré un rato, sin memorizar, sin imaginar, devaluando la atracción de lo narrado. La mente volando sin objetivo. Ello me permitirá descansar. Después, pasearemos. Y más tarde haré un ratito de ficción con el peke, antes de postrarnos en el sofá a ver la tv para terminar con el Criminal Face y el WoWS.
 
Seguiré, Krispys lo merece, lo necesita, aunque no me reprocha nada. El pobre debería haber tenido mejor suerte.